Exportación ilegal, desaparición de contenedores cargados de uranio, envíos secretos, contaminación radiactiva, empresas extranjeras implicadas en el fraude… Suena a historia de John le Carré pero es tan real como la vida misma y está sucediendo en el centro de África.
Al menos así se puede leer en los cables publicados en las últimas semanas por Wikileaks. Comunicaciones de las embajadas de Estados Unidos en diversos países africanos que no dejan lugar a dudas sobre el descontrol y la inseguridad de los materiales radiactivos que, en teoría, deberían almacenarse con las mayor de las vigilancias. Y los despachos hacen referencia tan sólo a los últimos años (2005-2008), así que no es difícil imaginar cómo sería la situación en plena Guerra Fría.
El epicentro del desbarajuste se sitúa en la República Democrática del Congo (RDC), más concretamente en la provincia minera de Katanga, en la que se produce cobalto, cobre, estaño, radio, uranio y diamantes en minas no reguladas o controladas por mafias extragubernamentales. Y casi siempre, para beneficio de compañías extranjeras.
Zonas radiactivas
Precisamente sobre Katanga tratan algunas de las revelaciones más graves, ya que afectan directamente a la vida de miles de personas. Los comunicados filtrados por Wikileaks señalan que “toda la provincia de Katanga podría ser ‘algo’ radiactiva; unas áreas más que otras y con niveles especialmente altos de radiación en algunas minas”. Así de contundente se expresaba un alto funcionario en los cables enviados por la Embajada de EEUU en Kinshasha en 2007. Además, constataba que, según una comisión gubernamental “existen niveles altamente peligrosos en la mina de Luiswishi, pero la empresa responsable, the Mining Company of South Katanga (CMSK) –de la que es propietario mayoritario la MaltaForest Company– estaba silenciando este hecho para poder continuar con las operaciones”.
En otro de los cables hechos públicos por Wikileaks se explica cómo la empresa belga Malta Forrest Company estaría extrayendo ilegalmente uranio de la RDC mediante un sofisticado procedimiento de camuflaje. Primero extrae el uranio (a pesar de que oficialmente se dedica sólo al cobre y el cobalto), lo esconde fundiéndolo con los otros minerales y luego sortea los controles gracias a una extensa red de funcionarios corruptos. Finalmente, las compañías extranjeras compran el mineral y lo refinan en el extranjero para separar el uranio del cobre y el cobalto. Esto da lugar a despropósitos tales como que en 2006 una compañía finlandesa aseguraba haber importado una tonelada de uranio de la RDC mientras que el país juraba y perjuraba no haber vendido ni una gota de dicho material en todo el año. Y por supuesto, no se trata tan sólo de esta compañía: las sospechas del personal de las embajadas estadounidenses dan a entender que son muchas las empresas, europeas, chinas, indias y de otras nacionalidades las implicadas en la extracción ilegal y el contrabando de uranio desde África.
Robos e inseguridad
Y la peor parte viene cuando se trata de uranio enriquecido y residuos atómicos. Según ha publicado El País, un cable de la Embajada de EEUU en la RDC en 2006 hablaba de una visita realizada por varios diplomáticos al Centro de Investigación Nuclear de Kinshasha, instalación que alberga dos reactores nucleares –recuerdo de tiempos mejores para el país– y diversas cantidades de uranio enriquecido apenas protegidas “por una valla de cemento de dos metros de altura sin alambre de espino, sin iluminación nocturna, sin cámaras de vídeo y con un total de 21 vigilantes para todo el recinto”.
Además, los clables hablan también de robo de contenedores y barras de material radiactivo, que vagan sin rumbo por el continente, y de cómo eran muchos los diplomáticos norteamericanos que tenían conocimiento directo de la falta de seguridad en naciones como Burundi, Níger y Tanzania, además de la mencionada RDC.
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