El accidente nuclear en la central de Fukushima en Japón, producido por el terrorífico terremoto que acaba de sufrir el país, prueba al menos dos hechos que, por si solos, deberían ser motivo suficiente de rechazo de la apuesta nuclear como solución a la crisis energética:
1- Un evento no predecible y, por lo tanto, no controlable, como puede ser una catástrofe natural (aunque podría tener también origen humano, por ejemplo un ataque enemigo en caso de conflicto o un sabotaje terrorista), puede ocasionar una pérdida de control absoluta sobre una forma de energía que, cuando este hecho se produce, es absolutamente ingobernable con los conocimientos y la tecnología actual. Nada puede detener el posible desencadenamiento de una reacción nuclear explosiva si comienza la fusión del núcleo de un reactor. A partir de este punto, el alcance en el espacio y en el tiempo de los invisibles pero terribles daños causados por la radiación, es ajeno a nuestro dominio tecnológico. Sólo queda el exilio. Esperemos que finalmente no sea el caso de Fukushima.
2- No se ha encontrado hasta la fecha una solución al problema de los residuos radiactivos de alta actividad. Y es lógico, ya que la posibilidad de construir un depósito permanente en una zona geológicamente estable y segura durante miles de años es inexistente, a no ser que podamos predecir el futuro. Por otra parte, no es éticamente aceptable dejar esta herencia envenenada a decenas de generaciones futuras, o vender estos residuos a terceros países que no han disfrutado de la energía que los ha producido.
Hemos aprendido a conocer y dominar la energía nuclear en su proceso de producción, quizás con unos márgenes de riesgo asumibles. Pero no tenemos la capacidad tecnológica para detener las terribles consecuencias de un accidente grave, ni tampoco para controlar “eternamente” miles de toneladas de residuos altamente peligrosos. Sencillamente, por mucho que tratemos de ignorarlo, no somos capaces de predecir los eventos que pueden escapar a nuestro control en el proceso de producción de esta forma de energía, con las espantosas consecuencias que esto puede tener.
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