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viernes, 25 de febrero de 2011

Por qué la llamarada solar no provocó caos en la tierra

Toda la energía enviada por el Sol se desvió de forma inocente hacia los polos de la Tierra.
Fue una simple cuestión de suerte. 



Los campos magnéticos vinieron alineados de tal modo que toda la energía enviada por el Sol se desvió de forma inocente hacia los polos de la Tierra.

Si el ángulo relativo de los dos campos (el de las partículas solares y el terrestre) hubiera sido otro, las cosas se habrían podido poner muy feas para nosotros. Ahora, y una vez pasado el peligro, los científicos miran al futuro con preocupación.

La "tormenta de San Valentín" sólo ha sido la primera de un ciclo solar, el número 24, que acaba de comenzar y que se prevé mucho más activo que el anterior. Se calcula que, en los próximos meses, se producirán no menos de 1.700 tormentas solares de igual o mayor intensidad de la que nos dejó milagrosamente indemnes la semana pasada.

El pasado 14 de febrero, justo a tiempo para San Valentín, la sonda SDO (Solar Dynamics Observatory) de la NASA fue testigo de una potente erupción solar que apuntaba directamente a la Tierra.

Los instrumentos de la nave detectaron una llamarada masiva de clase X, la más potente de cuantas es capaz de emitir el Sol y la mayor detectada durante los últimos cuatro años.

Los astrónomos se prepararon para el impacto de una gran tormenta geomagnética y los expertos en "meteorología solar" predijeron que potentes chorros de partículas cargadas procedentes del Astro Rey impactarían contra el campo magnético terrestre desestabilizando los sistemas de comunicaciones y navegación en la mitad diurna del mundo.

NUMEROSAS AURORAS BOREALES
Sin embargo, y con la excepción de algunos problemas en las redes chinas de satélites, nada de todo eso sucedió. Hubo, eso sí, una serie espectacular de auroras boreales, pero para verlas había que estar muy al norte, en Alaska, Canadá o Finlandia.

De hecho, la tormenta geomagnética generada por la llamarada solar del 14 de febrero apenas si alcanzó la categoría G1 en la escala de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA), la más baja para esta clase de fenómenos.

La máxima puntuación, G5, se aplica a tormentas geomagnéticas de fuerza extrema, capaces de "freir" en pocos segundos las redes eléctricas y de provocar auroras boreales más al sur de Florida.

¿Pero qué fue exactamente lo que sucedió para que lo que parecía ser una fiera enfurecida se transformara de repente en un inofensivo cachorro meteorológico?

Los expertos lo tienen claro. La tormenta fue tan débil porque las líneas del campo magnético de la llamarada solar estaban alineadas en paralelo con las del campo terrestre.

Cuando el Sol envía, como hizo el pasado día 14, una enorme masa de plasma ardiente hacia nuestro mundo (lo que se conoce como una eyección de masa coronal), las partículas que la componen tienen su propio campo magnético, independiente de los de la Tierra o el propio Sol.

Y resulta que los astrónomos, hoy por hoy, son incapaces de determinar la dirección del campo magnético del plasma hasta el momento mismo de su impacto contra la Tierra.

Si el campo magnético del chorro de plasma resulta ser, como fue la semana pasada, paralelo al de la Tierra, las partículas cargadas procedentes del Sol serán bloqueadas por el escudo magnético natural de la Tierra y no podrán penetrar a través de la magnetosfera.

Sin embargo, una llamarada idéntica a la que se produjo el día de San Valentín, pero con un campo magnético con dirección perpendicular al nuestro, habría causado una tormenta infinitamente más fuerte.

"Si el campo magnético del plasma está en paralelo al nuestro -explica el experto en climatología espacial Juha-Pekka Luntama, de la Agencia Espacial Europea- entonces los escudos están levantados y estaremos bien protegidos".

Pero la próxima vez podríamos no ser tan afortunados en cuanto a su alineación.

HABRÁ MUCHAS «PRÓXIMAS VECES»

Y habrá, sin duda, no una sino muchas "próximas veces". En efecto, se espera que durante los próximos meses se produzcan por lo menos 1.700 tormentas geomagnéticas como la de la semana pasada.

Un número que se irá incrementando a medida que el Sol avance en su nuevo ciclo de actividad.

La tormenta de la semana pasada solo fue la primera de este nuevo ciclo solar, el número 24, que acaba de comenzar.

Como los científicos saben muy bien, el Sol alterna periodos de calma con otros de gran violencia en periodos (o ciclos) que duran once años.

Y el último mínimo en la actividad solar (del que acabamos de salir) ha sido mucho más largo y tranquilo de lo que es habitual, lo que nos ha proporcionado varios años de engañosa tranquilidad.

Unos años, por cierto, durante los que nuestra dependencia de la tecnología ha aumentado exponencialmente, dejándonos mucho más indefensos frente a eventos capaces de interrumpir las comunicaciones e inutilizar las centrales eléctricas de las que casi todo depende.

Por eso, los expertos están ahora más nerviosos que nunca con respecto al máximo de actividad solar que se avecina y que alcanzará su pico entre los años 2012 y 2014.

El último máximo se produjo en el año 2000, y entonces la sociedad dependía mucho menos que ahora de sistemas suscetibles de quedar fuera de combate a causa de una llamarada solar más fuerte que la media.

PREPARARSE LO MEJOR POSIBLE

No queda más remedio, pues, que prepararse lo mejor posible para lo que ha de venir.

Como dijo Jane Lubchenco, responsable de la NOAA, durante la reunión anual de la Sociedad Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS), celebrada el pasado sábado en Washington, "No es una cuestión de si sucederá, sino de cuándo sucederá y de cómo de fuerte será".

Sabemos, por ejemplo, que cuando se produce una llamarada solar como la del pasado día 14 podemos esperar del Sol varias "oleadas" diferentes de partículas.

La primera llega casi de inmediato y prácticamente a la velocidad de la luz.

Tarda entre diez y veinte minutos en alcanzarnos y lo hace en forma de protones de alta energía que pueden penetrar el campo magnético terrestre a través de las regiones polares.

Esta primera "avanzadilla" tiene el potencial necesario para interrumpir las comunicaciones por satélite.

Pero eso sólo es el principio.

Si la llamarada solar ha sido lo suficientemente fuerte, puede dar lugar a una eyección de masa coronal, una densa nube de plasma a millones de grados de temperatura y que, según su intensidad, puede tardar en llegar a la Tierra entre 18 horas y tres días.

Cuando el chorro de plasma se encuentra con el campo magnético terrestre, y la orientación de su campo magnético es la adecuada, penetra a través de él y causa, por inducción, intensas corrientes eléctricas que pueden dañar, incluso inutilizar, nuestras centrales energéticas, provocando apagones y cortes en el suministro.

ESCUDOS CAPACES DE RESISTIR UNA OLEADA

En la actualidad, los satélites más modernos ya están equipados con escudos capaces de resistir la primera oleada de radiación solar, y de sistemas de apagado de emergencia que permiten desconectarlos por completo hasta que el peligro haya pasado.

Pero es necesario arbitrar, también, sistemas capaces de hacer lo mismo con las centrales eléctricas terrestres en caso de necesidad.

La red de satélites de vigilancia y estudio del Sol crece continuamente y, en el momento actual, nos puede dar unas veinte horas de tiempo para reaccionar.

Si queremos evitar males mayores y ante la práctica imposibilidad de defenderse de tales fenómenos, deberíamos ser capaces, por lo menos, de desconectarlo todo a tiempo y esperar a que la tormenta pase...
Fuente: ABC.es


EL SOL PRODUCE SU MAYOR EXPLOSIÓN EN CUATRO AÑOS
El Sol ha tenido su mayor erupción en cuatro años, según imágenes captadas por la NASA.

La erupción consiste en la emisión de lo que se denomina una llamarada de clase X, el tipo más fuerte, que puede afectar las comunicaciones en la Tierra.

El Observatorio de Dinámicas Solares de la NASA, la agencia espacial estadounidense, lanzado hace un año, recogió impactantes imágenes de la estrella.

En ellas se ve un intenso destello de radiación ultravioleta emanada de una mancha solar llamada mancha 1158, en una región muy activa en el hemisferio sur del Sol.

Se espera que las erupciones lleguen al campo magnético terrestre durante los próximos dos días, causando un aumento en la actividad geomagnética y permitiéndoles a quienes viven cerca de los polos (por ejemplo al norte de Inglaterra) ver auroras.

La enorme llamarada se registró el martes 15 de febrero y se dirigía a la Tierra. Según la agencia espacial de EE.UU., la fuente de esta actividad - las llamadas manchas solares 1158 - están creciendo rápidamente.

Las erupciones solares, también conocidas como protuberancias, son causadas por la liberación súbita de energía magnética almacenada en la atmósfera solar.

Como explica Paul Rincon, corresponsal de ciencia de la BBC, los datos preliminares de la sonda Stereo-B y la nave espacial Soho sugieren que la explosión produjo una eyección rápida, aunque no especialmente brillante, de masa coronal (CME), una ráfaga de partículas cargadas lanzadas al espacio.

"Despertando"

Los expertos advirtieron que este fenómeno podría crear una tormenta geomagnética alrededor de la atmósfera de la Tierra, que podría interferir con la energía eléctrica, redes y sistemas de comunicaciones.

También significa que el espectacular despliegue de luz en el cielo nocturno conocido como la aurora puede ser visible en latitudes más bajas de lo habitual.

En 1972, una tormenta geomagnética provocada por una erupción solar interrumpió las comunicaciones telefónicas de larga distancia en el estado de Illinois (EE.UU.).

Y en 1989, otra tormenta sumió a seis millones de personas en la oscuridad en la provincia canadiense de Quebec.

Los investigadores dicen que el Sol "se ha estado despertando" después de un período de varios años de baja actividad.

Algunas partes de la aurora boreal ya se han visto más al sur de lo habitual en Irlanda del Norte y en otros lugares en el Reino Unido. Los científicos señalan que se puede esperar una mayor actividad en los próximos días.




RÁFAGA ORIENTALLa tranquilidad no duró mucho. -Satélites en órbita terrestre detectó una llamarada solar de clase-M3 en 0735 UT del 24 de febrero

La fuente era una región activa situada justo detrás de la extremidad oriental del sol.

La erupción produjo emisiones de radio fuertes, una eyección de masa coronal (la Tierra no dirigido), y esta espectacular imagen tomada por el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA:

Fuente: SpaceWeather